Prof. Dr. Alcides Greca

Profesor Titular de la 1ra Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario

 

 

 

 

Estudios incruentos, resultados perturbadores

Alcides A. Greca

¿Es siempre preferible prevenir que curar?

La medicina clásica, aquélla que se practicó durante milenios, se propuso el ilusorio objetivo de curar enfermedades; ilusorio decimos, porque son los menos, los padecimientos que pueden ser curados por el accionar del médico. Algunos tienden a la autolimitación y literalmente, se curan solos y otros, la enorme mayoría, son padecimientos crónicos, que acompañarán el resto de la vida del paciente, y a lo que se deberá apuntar es a su control adecuado para que se transformen en compañeros de ruta con los que se pueda convivir pacíficamente. A este tipo de medicina, que podríamos llamar curativa (aunque más no sea como un alarde de omnipotencia), se le ha opuesto en la segunda mitad del siglo XX, la denominada medicina preventiva, cuyo fundamento ha sido la detección de procesos en etapa asintomática para su tratamiento temprano, o mejor aún, la identificación de factores de riesgo, es decir, condiciones o formas de vivir que predisponen a su padecimiento. En algunos casos, el consejo médico tiende a modificar tales condiciones favoreciendo por ejemplo, el abandono del cigarrillo, el uso de cinturón de seguridad o del preservativo para toda la población. En otros, la detección de condiciones asintomáticas como la hipertensión arterial, la dislipidemia o la osteoporosis, han sido motivo de que numerosos estudios de laboratorio o imagenológicos se hicieran necesarios para luego prescribir medicamentos sine die, a fin de que tales condiciones no produzcan daños futuros.

En lo que va de este siglo XXI, ya tiene vida propia una nueva forma de medicina denominada predictiva, que basándose en la nueva genética, permite anticipar la patología que el paciente padecerá en el tiempo por venir, pudiéndose hacer tal anticipo en muchos casos, aun dentro del útero materno. Es mucho lo que se ha avanzado, puede decirse, y sin lugar a dudas, se estará en lo cierto, pero un análisis más cuidadoso permitirá advertir y en lo posible evitar algunos riesgos.

Los modernos exámenes de laboratorio y los estudios de imágenes de altísima definición permiten evaluar de manera no invasiva un gran número de procesos patológicos. Pese a su elevado costo en muchos casos, su notable precisión hace tentar al médico de recurrir a ellos para que no se le escape el diagnóstico de un cuadro incipiente y a los pacientes de solicitarlos directamente estimulados por la intensa propaganda que se hace de ellos en los medios de comunicación masiva, sin una adecuada información de sus alcances y de sus limitaciones.

Es así que algunos pacientes que vivían felices sin síntoma alguno y que consultaron por un prudente chequeo de salud, son informados de que tienen un antígeno prostático específico un tanto elevado (que no significa cáncer de próstata, pero en el imaginario colectivo se lo relaciona con él), o unos anticuerpos en bajo título de significado incierto, o un gen altamente predisponente al cáncer de mama.

La angustia y la preocupación que de esto se deriva, va mucho más allá del inteligente cuidado de la salud. Se trata de una medicalización de la vida que disminuye de manera significativa su calidad. Es por ello que constituye buena medicina la saludable práctica de diagnosticar y tratar oportunamente procesos que se inician a fin de evitar males mayores, pero es fuertemente iatrogénico tratar de identificar posibles marcadores de un riesgo que puede o no confirmarse.

La detección de enfermedades asintomáticas tiene solamente sentido cuando existe una conducta a adoptar que puede prolongar o mejorar la sobrevida. Cuando no es así, es decir, cuando el tratamiento al inicio de los síntomas no establece diferencia con la precocidad, es entonces muy perjudicial alarmar al paciente. Porque la pérdida de la tranquilidad, la inquietud exagerada y la patológica incertidumbre, son en sí mismas factores patogénicos a no desdeñar.

 

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